jueves, 27 de noviembre de 2014

Orlando Barone, escritor y periodista argentino











A Alejandro Cherep:

Desde que nos conocimos hace, qué se yo, más de treinta años, tus retratos retrataron tu vida. Es así: el arte que hacemos o que oficiamos , por más distancia que tomemos, es una autobiografía furtiva. Que hasta uno mismo ignora. Y en tu caso es un autorretrato sin retocar, con todos tus bienes y tus males.

Ese Mario Vargas Llosa duro y feroz, derechoso e implacable, genial y reinante, fue captado como quien caza al diablo despojado del manto políticamente correcto. Al diablo en un descanso de su diplomacia mundana. Relajado y disgustado con algo que anda por ahí: alguna sombra del Che semblantéandolo.

Se lo ve hermoso, revolucionario ( al revés, claro), pero tu ojo delata una admiración justificada. A la par que esa admiración debe chocar contra tu distinta manera de sentir el mundo. Conociéndote, debés haber estado al acecho sagazmente para haberlo encontrado a Vargas Llosa tan desnudo y auténtico.

La imagen de los dos perros blancos en la plaza es de una sutileza urbana y burguesa implacable. Como dos jubilados de privilegio esos dos perros son dos humanos ya amansados por la comodidad y el buen reclutamiento. Y la buena conducta que los aleja infinitamente de su antigua y remota libertad de bestias.

Cristina coquetea con Cortázar y con la cámara y con vos. Se da cuenta que está feliz en ese instante; que es ella libre de encantar hasta a los fantasmas de los muertos. Qué gesto de mujer entrenada en el reino de los hombres potentes.

Te felicito Alejandro. Aunque no sé por qué. Lo que en otro sería excepcional, en vos es lo ordinario.

Un abrazo, Orlando Barone